Tercera de la Feria de la Madeleine I MUNDOTORO
MAURICE BERHO > Mont de Marsan
Prometía el mano a mano y no defraudó a nadie. Se vio a un Ponce apoteósico y a un Fandiño muy serio. Cada matador con los registros que definen su tauromaquia y frente a una variada corrida de Victoriano del Río el espectáculo alcanzó una nota alta. Y eso que ambos fallaron con el acero. El público, que casi llenó el coso de Plumaçon, se divirtió de lo lindo. El primero fue un burraco grandón, bastante apretado de kilos, que tuvo mas transmisión que clase, pero Ponce descargó en Las Landas un derroche de torería e inteligencia. Abrigado en tablas recetó una faena de las cumbres suyas (es más fácil resumirlo así porque todo el mundo conoce su tauromaquia). Hubo un par de cambios de mano extraordinarios y un mando inusual con un toro tan exigente, todo acompañado con la banda sonora de La Misión. Tan buena fue la faena que a pesar de un pinchazo y dos descabellos el público pidió una oreja.
Poco importó que el tercero soltase la cara y que cogiera el trapo a regañadientes, porque Ponce no lo dejó pensar y le invitó a ir como el torero quería y hasta donde quería. Otra faena grande de este ‘tío’. Menos mal que está la espada para devolvernos a la realidad. Se hartó de pinchar y perdió los trofeos, en plural, para dar una clamorosa vuelta al ruedo. El quinto lució el hierro de Toros de Cortés, muy desigual en su embestida, ahora arriba, ahora abajo, pero otra vez la supremacía de Ponce, con la paciencia como remedio, consiguió ordenar las desordenadas embestidas del animal. Al final de faena consiguió algunos muletazos marca del casa que encandilaron. Marró de lo lindo de nuevo con la espada pero el público esta tarde quería sacarlo en hombros y la petición fue mayoritaria.
Fandiño cortó su primera oreja del segundo, un animal de menos codicia y más clase que tomó bien la muleta del torero de Orduña. También cerca de las tablas desarrolló una faena firme, con muletazos profundos y mandones. Grandes los pases de pecho y espectacular el final de faena. Un pinchazo previo a la estocada no frenó la petición. El cuarto fue devuelto y salió un sobrero de Juan Pedro Domecq. Fandiño brindó a la música que esta tarde tuvo una actuación muy celebrada, y en terrenos de tablas desgranó una faena de muy buen gusto, con muletazos cadenciosos, acompañando la templada aunque algo sosa embestida del toro de Juan Pedro. Carteles de toros sobre ambas manos del torero vasco, recreándose, pero desgraciadamente también pinchó y sólo saludó desde el tercio.
El que cerró plaza, a pesar de lo que diga el ganadero, fue muchísimo mejor que el quinto. Un toro de hechuras extraordinarias, muy en el tipo de la casa, fino de cabos. Y embistió como era. Porque en el toreo raramente fallan las hechuras. Fandiño lo saludó de rodillas con el capote y con una sonrisa de oreja a oreja… y siguió con largas, también de rodillas, en los medios, que levantaron al cónclave. Lío gordo. Con la muleta empezó en el centro del ruedo con pases cambiados ajustadísimos para elaborar una faena acoplada y conjuntada siempre a la gran embestida del de Victoriano. Una labor sobre ambas manos, ligada e intensa, rematada de pinchazo y gran estocada. El presidente dejó caer los dos pañuelos a la vez en el tapiz con el gozo del público. Salida apoteósica de toreros y mayoral en una tarde memorable en Mont de Marsan.
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