La primera corrida de feria salió según lo esperado. Se ajustó al guión prefigurado en el pensamiento de Pablo Hermoso y, también, del público. Tarde emotiva, preñada de sentimentalismo y nostalgia, por lo que fue, ha sido, y ya no será sin Cagancho. Anhelaba el jinete estellés una despedida triunfante para su caballo cuatralbo en la plaza más emblemática de las que ocupan su corazón torero. Quería salir a hombros de Pamplona, galvanizado por el clamor de 20.000 almas, y lo consiguió. Con Cagancho Pablo Hermoso lo ha logrado todo en el rejoneo. ¿No iban a conseguir juntos poner un final feliz a tan bonita historia?
Tres toreros hicieron el paseíllo hoy en Pamplona, pero todas las miradas confluían en la estilizada figura del jinete navarro. Las manifestaciones de cariño, los aplausos más sonoros, iban destinados al ídolo popular pamplonés. Desde que se retiró Indurain, el carisma lo ostenta en esta tierra Pablo Hermoso.
El ‘happy end’ peligró por un momento. El tercer toro evidenció una invalidez alarmante. Imaginó el personal que si no era devuelto, se quedaba sin fiesta y, consecuentemente, alborotó hasta conseguir la devolución del toro. Con otro ‘murube’ más brioso, Hermoso proporcionó diversión subido sobre Cagancho; propició reacciones admirativas y hasta delirios apoteósicos en un tercio de banderillas espléndido de principio a fin. Acertó con el rejón de muerte y, obviamente, cortó las dos primeras orejas. En el último capítulo lidiador no precisó el concurso de la estrella de su cuadra. El caballero convocó a Monterrey, Fusilero, Batista y Mariachi para trenzar una lidia técnica intensa y vistosa, floreada en su parte final con un par de rosas dejadas a dos manos de increíble ejecución. El fervor popular agitó pañuelos hasta que aparecieron tres en el palco presidencial. ¿Premio excesivo el rabo? No seré yo quien lleve la contraria a un público unánime volcado con uno de sus ilustres hijos.
La corrida tuvo en las actuaciones de Fermín Bohórquez y Luis Domecq anotaciones al margen del texto principal. Bohórquez, a base de realizar con variedad y belleza el toreo ecuestre, se superó a sí mismo y cortó una oreja del toro que abrió plaza. El cuarto lo arrolló al perder pie el caballo Nevado, cuando remontaba el vuelo una lidia de iniciación imprecisa y despegada. Y Luis Domecq cuajó montando al isabelo Lince un tercio de banderillas con el segundo toro que tuvo en un par a dos manos su máxima expresión torera. Falló con el rejón de muerte perdiendo opción a premio, pero se encontró con una oreja, no suficientemente ameritada durante la lidia, al dejar fulminado al quinto toro de un rejonazo muy bien cobrado.
La imagen para el recuerdo de la corrida del arte del rejoneo en Pamplona 2002 será la salida de Pablo Hermoso aupado sobre Cagancho, aunque hay quien piensa que en lo concerniente a esta pareja, ‘tanto monta, monta tanto’.