Fiasco, contrariedad, desilusión. Son las comunes sensaciones que ha dejado la corrida de Victorino Martín en el público murciano. Ni uno solo de los seis toros lidiados embistió bravamente. El comportamiento indócil y perturbador del cuarto recordó el de las ‘alimañas’ que de vez en vez salen en este encaste ganadero y fue el pimiento picante dentro de un soso surtido. La expectación en el arranque de la feria estaba puesta en el juego de los toros de V. M. porque de ellos, por su asoledada trayectoria siempre se espera algo, bien una intensa pelea en el tercio de varas, bien galapodas en el de banderillas, o, al menos, emoción e incertidumbre durante la faena de muleta. Pero, nada de eso hubo en la corrida.
No obstante, en las aguas revueltas de la lidia supo pescar Juan José Padilla hábil, decidido, hasta esforzado. El jerezano se fue a buscar al primero de sus toros a los medios, donde se había emplazado y le enjaretó unas fogosas verónicas que estimularon sin querer por las telas. Después brindó la faena, abrió el toro a los medios doblándose por bajo y por el pitón derecho sacó tandas más vibrantes que artísticas. Al natural el cornúpeta no embistió de igual modo. Ni midió mucho originando una actitud dubitativa en el torero que pronto volvió la muleta a la mano diestra y, venido a menos el rival puso fin al trabajo de certera estocada.
Largas de rodillas, verónicas y revoleras conjuntaron la bienvenida al quinto; tres pares de banderillas lograron sin demasiado aparato quedarse colgados en el morrillo del soso toro; y una faena animosa, muy insistente, alegró el cotarro de tal manera que el público descomedido en su dadibosidad, no entró a considerar que Padilla dio muerte al toro de pinchazo bajo y estocada igualmente bajera.
El diestro jerezano partió con Luis Francisco Esplá los tercios de banderillas de los dos primeros toros, apañaditos sin más. Destacaron los rehileteros en la interpretación individual, sobre todo el alicantino con el cuarto, toro que cuidó en varas y cuya faena brindó a los espectadores en el convencimiento de que rompería a embestir. Se equivocó pero, como nobleza obliga volcose en la porfía infructuosa de trastear sin dejarse coger. Ayudó la música por si amansaba la fiera y ni por esas. En un descuido el toro tiró un hachazo y le abrió a Esplá el pernil derecho de la taleguilla por atrás. Demudado, lo mató a la tremenda tirando a herir y olvidándose de la ortodoxia. Acertó a tumbarlo más prontamente que al primero, toro flojo, noble y caedizo con el que gastó la paciencia en dos series por el pitón izquierdo.
Aunque para flojo el tercero. El de la presentación de Dávila Miura como matador de toros en la Condomina. A la vista de lo que tenía enfrente el sevillano no se atrevió a brindarlo. Durante la faena de muleta el deslucido toro cayó asobinado un par de veces dándole la razón. Con mayor fortaleza el sexto embistió sin rematar los viajes, tratando de puntear el engaño y volviéndose incómodo por momentos. Desagradable experiencia para ser la primera en esta plaza. Hoy pintaron bastos para Victorino, los toreros y por ende el sufrido público, pues la corrida no fue otra cosa que púrpuras del ocaso.