La tarde en Bilbao fue de reivindicaciones. Reivindicación de un torero –Salvador Vega– fuera de las plazas de la casa Chopera durante año y medio, y que demostró en su debut en la capital vasca que sí es una auténtica apuesta de futuro aunque no esté dentro de los toreros amparados por el sistema. Reivindicación de Dávila Miura, que aun por debajo de un extraordinario toro de Torrestrella, triunfó y se quitó el amargo sabor de hace doce meses, cuando un ejemplar del mismo hierro le destrozaba la pantorrilla en el Bocho. Y reivindicación del toro en tipo y armónico. La corrida que trajeron los Chopera de Álvaro Domecq fue magnífica, y a fe que acertaron de pleno porque la tarde no tuvo desperdicio.
El festejo comenzó con un toro soso pero muy dulce, con más duración de la esperada, y de amplio recorrido. Dávila fue templándose poco a poco, templando también al toro con el transcurrir de una faena en la que acompañó con mimo la embestida en muletazos largos y perfectamente ligados. Mató mal Eduardo, y perdió un trofeo que sí le cortó al cuarto. Este toro en cambio era de dos orejas, pero Dávila Miura tardó en cogerle el aire. El de Torrestrella era bravo de verdad, repetía incansable por ambos pitones, con enorme calidad por el derecho, y más protestón –por ponerle un pero –por el izquierdo. La faena tuvo una primera parte sólo discreta, bien acogida por el público porque había toreo ligado, pero menos limpia y profunda de lo necesario. Sólo en su último tramo acabaron las desigualdades (eso de un pase bueno, dos regular y otro malo), y Dávila cuajó un par de series en redondo sin fisuras, rematado el pase por debajo de la pala, con mando y auténtico poder. Buenas de verdad. Tras una notable estocada, falló el puntillero y levantó al toro, pero la culpa de que Eduardono saliera por la Puerta Grande fue exclusivamente suya, y no de terceros.
La otra oreja se la cortó Salvador Vega al serio y astifino sobrero de El Torero que salió en tercer lugar. Fijo pero encampanado, noble pero algo dormido al llegar a la muleta, bueno porque tuvo temple, pero pidiendo un torero delante. El malagueño se dobló con torería y mando, y desgranó soberbios muletazos por ambos pitones, algunos templadísimos, entrando en la afición de Bilbaopase a pase y paso a paso. La faena no fue corta, sino exacta, su final por bajo, antológico, y su estocada, la mejor de muchas ferias. Pudo haber cortado otra al sexto, un toro fiero y molesto que por momentos pareció poder con Vega. Pero no fue así. Tras varias tandas de poco acople con el toro pegando cabezazos y haciendo hilo, el animal bajó el motor, Salvador le puso la muleta con la mano izquierda, y tiró de él en un par de series de gran mérito. El sabio público de Bilbaosupo esperarle, le dio tiempo para que con su incipiente técnica se hiciera con el toro, y una vez logrado esto, le jaleó sus magníficas maneras. A Vegale faltó cabeza para seguir por el lado zurdo en la última serie, y sobre todo le faltó fortuna tras jugársela en la suerte suprema. La espada estaba suelta y salió casi a la vez que entró en el toro, y por eso Salvadorsólo saludó una fuerte ovación desde el tercio. Tras dieciocho meses de exilio, la primera batalla en tierra hostil está ganada. Y la tarjeta de visita, puesta en la mesa.
El ídolo de Bilbao, Julián López ‘El Juli’, no pudo reivindicar nada. El segundo toro era malo e ingrato, porque su peligro era difícil de ver desde el tendido. Lo intentó El Juli con técnica y cabeza, pero exponiendo poco. El quinto, salinero de buen tranco, cayó desplomado a los diez pases no se sabe bien si desnucado o por un infarto. Lo cierto es que jodió el invento…