Lo más florido y artístico de la cuarta corrida de feria, brotó de las telas de Rivera Ordóñez. la faena de muleta al tercer toro y el despliegue capotero, estallido de raza torero, en la salutación al sexto fue compendio de buen toreo, aglutinador de méritos para haber apuñado un total de tres orejas. Lamentablemente todo quedó en nada, o casi, porque utilizó la espada desatinadamente y pinchó hasta decir basta.
A la calurosa temperatura ambiental propia del veranillo de los membrillos le añadieron grados las actuaciones de la terna. El Cordobés hizo su ardiente aportación con el cuarto toro que, por su fea anatomía inducía a creerle incapacitado para desplazarse desahogadamente tras los engaños. Manuel Díaz levantó clamores lidiándolo. Lanceó de partida con decoro, lo puso en suerte en vistoso galleo y quitó por navarras. Al entremés capotero siguió el plato fuerte de una faena bien compuesta y notablemente descrita en los medios por el pitón derecho. Abierto el compás trazó muletazos largos, limpios, templados, de muy buena factura. La mano zurda por el contrario, asomó para dar una tanda de menos importancia. Tampoco faltó en el entramado una porción de saltos bautizados de la rana, que el público de sol celebró con similar entusiasmo al vivido por la caída del muro de Berlín. Tras la estocada, por sobre las mismas péndolas, sobrevino el delirio y la concesión de las dos orejas del toro.
También habían pedido los espectadores incondicionales del diestro la oreja del primero pero, ciertamente, ni constituyeron mayoría ni el trabajo de El Cordobés le adquirió el ringorrango merecedor del trofeo. Si que se afanó el diestro por sacar pases máxime al haber brindado la faena a José Antonio Camacho – exseleccionador nacional de fútbol- Pero al toro le faltó raza, fuerza, movilidad, y hasta un mínimo de fiero instinto. Acabó acobardado reculando ante la provocación del diestro.
Pepín Liria repitió triunfo en casa. Es difícil que el diestro de Cehegín deje el folio en blanco cuando torea en Murcia. Muy al contrario, lo llena con su entrega, hace acotaciones al margen empleándose al Fultime durante la lidia y lo firma con la espada de manera contundente, seguro, sin vacilar.
El trapío del segundo toro no gustó ni a los más conformistas. Escurrido de carnes, anovillado de cara, francamente era muy poca cosa y, además, manso hasta las cachas. Claro que, rompió a embestir con geniuda fiereza y dio lugar a que Liria se le impusiera en trasteo por fión y lo pasaportara de estocada hasta las cintas.
Al manejable quinta le sirvió de Pepín en cuanto hizo acto de presencia un surtido de pases acogidos con frenesí por el sentido. El toro, de pronto alegre y mermadas facultades se movió entre el quiero y no puedo pero Liria lo manejó solercia de veterano metiéndose a la gente en el bolsillo. La estocada casi entera hizo de las suyas tumbando al toro de inmediato y la segunda oreja que no pudo serle discutida al público le abría por segundo día consecutivo la puerta grande.
En esa categoría habría estado el triunfo de Rivera Ordóñez si la espada hubiese penetrado por el sitio donde se matan los toros. ¡Qué bien toreó al tercero de la tarde! ¡Cómo le cogió la medida por el pitón derecho y que pausada y templadamente lo condujo en series de refinada interpretación!. La labor de Rivera caló ondamente en los tendidos e impactaron las verónicas con recogió el ímpetu del sexto toro. Arrodillado frente a la puerta de toriles dio una larga cambiada que el animal tomo al paso quedándosele en los talones. Rápidamente se incorporó en torero, y en un rapto de raza torera en enjaretó una serie de verónica con la pierna flexionada que puso los tendidos en pie. La faena de muleta no alcanzó el relieve de la anterior aunque sí el espesor suficiente como para ver sido premiada si la espada….pero el día ha sido aciago para Rivera manejando los aceros.