Aún existe un lugar que está dentro de otro lugar, en donde el toreo, además de aparecer como algo magnífico, es algo de una fuerza inigualable. El arte insuperable del pueblo, la actividad más representativa del humanismo. Incluso en estos tiempos calamitosos, existe ese lugar donde reina el toreo por encima de todas las cosas. Un lugar dentro de un lugar. Es decir, una utopía en una mente utópica. En ese lugar hay una libertad de pensamiento de tanta pureza, que no hay impedimento, censura o interés alguno que pueda silenciarlo. Este puede ser el lugar y ésta mi utopía.
Imaginemos un año 2020 sin cábalas, sino un año para que fluya el toreo. Mucho más allá de la visión de escasez, apostar por una visión de exuberancia. No hay escasez en esta utopía: vuelve Talavante, nunca se fue José Tomás, aparece Aguado, siempre siguen estado El Juli, Morante, hay toreros, además, propios de nuestros tiempos, como Roca Rey, el nuevo líder, el verso libre que es Ferrera… Como pensar es libre y escribir lo que se piensa ha de tenerla, pienso en un algo utópico que consistiría en el ideal de bien para todos frente a la maldad prohibitiva, frente al acoso, frente al paludismo intelectual, frente a la barbarie política y frente a la distopía del animalismo social.
Pienso en un algo utópico que consistiría en el ideal de bien para todos frente a la maldad prohibitiva, frente al acoso, frente al paludismo intelectual, frente a la barbarie política y frente a la distopía del animalismo social
Esta utopía es del tamaño similar a la de la República de Platón, que imagina la sociedad democrática perfecta, o similar al tamaño de la utopía de Tomás Moro, que soñó una isla del mismo nombre para un mundo perfecto en justicia y sensibilidad. Mi República Utópica es la de un año, 2020, donde los citados toreros abandonaran la legitimidad de sus intereses personales ganados en el ruedo o incluso los intereses privados legitimados sólo por sus legítimos sueños de púrpura. Que un duende les hablara a todos para hacer el año 2020 un año donde Talavante y José Tomás idearan un mano a mano en… una plaza casi muerta o muerta del todo en este mapa con moribundos que tenemos.
O que sea una terna con Morante, y un mano a mano entre Juli y Tomás, o entre Tomás y Roca Rey o con éste y Talavante en decenas de combinaciones inesperadas porque nadie espera que se abandonen los legítimos argumentos propios de privados intereses. Que un duende lorquiano les susurrara al oído, que es tiempo de una utopía. La de reventar plazas, la de resucitar a millones de corazones ingresados en las UCIs de un toreo donde sólo cabe el derecho ganado y no el grito mudo de una fiesta acosada, mancillada, debilitada. La utopía dice que es posible un año donde exista esa República de Platón y esa Isla Utópica de Tomás Moro.
Una terna con Morante, y un mano a mano entre Juli y Tomás, o entre Tomás y Roca Rey o con éste y Talavante en decenas de combinaciones inesperadas porque nadie espera que se abandonen los legítimos argumentos propios de privados intereses. Que un duende lorquiano les susurrara al oído, que es tiempo de una utopía
Es cuando nadie espera el sumun de la generosidad, el desprecio puntual al interés legítimo privado, cuando despiertan las pasiones de nuevo. Sólo la generosidad inesperada en un mundo exento de ella, en una sociedad que la proscribe, en un país que la destierra, es capaz de agitar los cimientos aletargados para provocar la tormenta perfecta: la expresión popular de la pasión del toreo al reclamo de los héroes que abandonan su reinado, su tierra conquistada, su corona, a veces de espinas.
Si hay. Hay con qué. Y más importante y sublime: hay con quienes. Rebelarse. Sacudir al mundo. Pegar el más fuerte golpe social encima de una mesa sin apenas ya pan para todos. Hay con quienes. Lo hay y es tan innegable como que los mencionados y otros no citados son muy grandes. Pero lo que no saben es que aún podrían ser más grandes, grandiosamente grandes, históricamente grandes, generosamente insuperables, si se propusieran escribir la Utopía del Toreo. El presente perseguido del toreo condenado grita por una utopía.
Utopía, que como casi todo, viene del griego (no/topos), que significa no lugar. Un algo que no existe. Se puede demostrar que el toreo es lo único que puede hacer real lo utópico. Un ideal sublime de grandeza moral, artística, de justicia, generosidad y talento para todos. A la espera que no suceda para que suceda, queda escrita esta Utopía 2020. Mientras se esgrimen esgrimas sobre qué cartel, día, qué corrida para mí y no para el otro, se puede pensar que más allá de ese legítimo interés hay eso de lo que tanto se habla y poco se hace: soñar. Eso que tantos se autodenominan sin serlo: bohemios, artistas… Quevedo, traductor por cierto de Tomás Moro, acude al rescate de la utopía y se ofrece para ejercer de duende que susurre a los oídos de los interesados: «Pregunta a mi pasión y a mi ventura, y sabrá que es pasión de mi sentido lo que juzga blasón de mi locura”.