No hay mocita sin amor, hortera sin transistor ni un San Isidro sin lluvia. Eso en lo climatológico. En lo taurino, a una feria tan notable le sucede lo que a los mundiales, para ver a los Zidane y Rivaldo, Raúl y Figo, hay que adquirir en el paquete los encuentros de Arabia Saudí (ayer los de Palha) y Ecuador (hoy los toros de José Escolar). Son días de torismo, de reencuentro con la casta (en realidad un concurso entre tres vacadas de saltillo-albaserrada emparentadas entre si: Escolar-Adolfo-Victorino. De momento, la primera pifió con una corrida muy de foto, muy de zoológico, para ver desde fuera de la jaula, entre noble-sosa, descastada, deslucida y peligrosa. Y con un toro bravo, el de menos aparato, el menos aplaudido de salida.
Antes de los cárdenos, de José Escolar, el diluvio universal. Madrid es un gran milagro y en el mano a mano entre Noé e Isidro, ganó el santo y necesitamos del arca. Por eso salieron los toros al ruedo, uno de lomo recto, muy fino de cabos, el de menos remate quizá, con poca fuerza o con poco asentamiento en el barro de San Mamés. La faena de Fernández Meca la pasamos viendo al toro vencerse un poco en cada pase, mas bien soso, sin emoción. El cuarto, muy asaltillado en tipo, era toro de portada de revista. Tras derribar por los pechos, entrando al relance y ganar el envés del peto, apretó en la segunda vara para gazapear hacia el cuerpo de torero, ganando el toro terreno siempre y cobrando sentido. Toro para ver, pero no para torear.
Fuerte la salida del segundo, deslizando su inercia hasta estrellarse contra la barrera, fue éste otro toro de impecable tipo, que se empleó en varas de forma aceptable y sin mala condición, pero de embestida cansina, escasamente humillada y a menos. Un toro manejable por el pitón derecho y que se repuso algo por el izquierdo. Sin comerse a nadie, faena y embestida sin emoción. Hizo pelea de bravo el quinto: hocico de rata, asaltillado de cuerna, degollado de papada, de lomo más bien recto, mirada viva. Le pegaron fuerte en varas pero no evitaron su gazapeo de toro sin acometividad, que cortó mucho, sobre todo por el pitón izquierdo. Con más movilidad hubiera dado la emoción del peligro evidente, pero se movió poco y mal e Higares se eternizó con el descabello.
Los dos toros de José Ignacio Ramossi devolvieron la emoción. Colocados estratégicamente por el azar del sorteo (tercero y sexto) dieron vida a la tarde. Uno de impecable trapío, listo como el hambre, que le arrancó el chaleco al burgalés en un par de banderillas después de taparle la salida de la suerte. Puso en fuga el toro a los de a pie, se orientó y la faena hubo de realizarse sobre las piernas. El sexto emocionó por el camino de la bravura encastada. No era toro de clase, sino un toro sin aparato, negro y no cárdeno, pero en el tipo, que se empleó de verdad en el peto, que se movió mucho en banderillas y que, con más claridad por el pitón izquierdo, se enceló pronto en la muleta
Por el pitón derecho el toro, al tercer pase, cambiaba el viaje por abajo por otro por arriba.
Ramos tuvo, fundamentalmente, la virtud de lucirlo, de dejarlo ver, pero a la faena quizá le faltó sometimiento, algo más compacto, más poder. Una faena sincera, que bajó el diapasón y el crédito entre el público, declarado éste a favor del toro en plebiscito de cuatro tandas. Se volcó el torero con la espada. Qué lástima hombre, no ver por allí, frente al de Escolar, a Curro Matola, para que se reivindicase, o al Matamoros, o a todos los que participaron en el montaje de Antena 3 Televisión.
No hablamos de Rafi Camino, al que sorteó no hace tanto un pedazo de lote de esta misma ganadería de noble y franca embestida. Por aquí no se le echa en falta. Sentado frente a las cámaras, bien en silente asentimiento o en Tómbola, está en su sitio natural.