La falta de fuerza en algunos y la escasez de raza en todos los toros que han pisado el ruedo de Las Ventashoy, han impedido que la terna de jóvenes toreros, que se habían ganado su entrada en el cartel de esta tarde por sus anteriores comparecencias en este coso, haya podido alcanzar el triunfo. Los del El Sierro, salvo el noble tercero, han sido un muro imposible de salvar por la sabiduría de Encabo, la torería de Sergio Martínez, y la voluntad de Serafín Marín.
El catalán ha hecho lo más destacado del festejo, con el mencionado tercero, en un trasteo en el que ha primado el temple y la paciencia ante un animal que adolecía de fuerzas, pero que derrochaba nobleza. Una faena bien estructurada en la que, Serafín Marínle ha dado mucho sitio al toro y lo ha llevado con mucha dulzura para evitar que se cayese. Una pena que el animal no haya tenido algo más de transmisión, porque de haber sido así quizá el premio habría sido algo mayor que la jaleada vuelta al ruedo que ha dado el espada. Con el sexto, sobrero de Julio de la Puerta, ha estado con muchas ganas, pero el animal era tan soso que, a pesar de la perseverancia del espada, aquello no ha llegado en ningún momento a los tendidos.
Sergio Martínez, con un primer toro muy molesto y rebrincado que iba pegando tornillazos continuamente, ha estado torero, pero sin poder desplegar su toreo ante el intenso calamocheo del de El Sierro. Con el quinto, un buey tan alto como manso, ha estado muy valiente y le ha sacado algunos muletazos de mucha exposición en terrenos del cuatro, donde se había aquerenciado el cobarde, por lo que ha saludado una ovación.
Al director de lidia, que ha estado en su papel toda la tarde, le ha correspondido un lote con el que nada se podía hacer. El primero muy parado y sin fuerza, se colaba y no decía nada. Y el cuarto, de cuello corto y malas intenciones, ha embestido a la muleta de Encabo con mucha violencia y peligro, por lo que ha tenido que abreviar.
En el quinto hay que destacar el manto que ha echado la Virgen a un monosabio, que había caído en la cara del toro, en forma de vara en primer lugar y de gorra en segunda instancia de dos de sus compañeros que lo han salvado de las astas del toro.