José Luis Osuna es novillero cumplidor y cada vez que viene a La Maestranza, plaza donde, por otra parte, se juega cada año el sí o el no de su posible temporada, convence. No deslumbra con su toreo, ni encoge los corazones con ninguna genialidad, pero se muestra firme, seguro y, esta tarde, sobre todo, hecho. Tanto es así que Osuna, que es de Guillena y sufre ese estancamiento novilleril de tantos chavales, podría tomar la alternativa y andar con el toro de forma sobrada. Pero eso es otro cantar…
Este novillero de Guillena fue el mejor de la tarde, aunque no cortó orejas. Nadie las cortó. Pudo hacerlo en el cuarto, pero un pinchazo previo a una estocada casi entera desprendida redujo la petición de trofeo, de forma que al presidente no le pareció mayoritaria y todo quedó en vuelta al ruedo, premio poco negociable tal y como están las cosas en el toreo.
Porque las orejas cuentan y más si se cortan en Sevilla. Pero, sin trofeos, Osuna dejó buena imagen. Su primero fue un novillo prototipo por hechuras del encaste Núñez que no paró de berrear y protestar todo el tiempo. Osuna estuvo en éste asentado y por encima de la condición del enemigo. El cuarto lo brindó al ganadero Manolo González e hizo honor al brindis y a la buena condición del novillo con la faena más ligada y emocionante de la tarde. Osuna evitó que éste cuarto novillo se rajara dejando la muleta en la cara por el lado derecho y templándolo bien. Por el pitón izquierdo la faena decreció en su tono, pero hasta por ese lado le cogió el aire. Bien Osuna, a la altura del novillo.
Mucho más bajos de tono estuvieron Sergio Martínez y Juan Miguel Montoya. El albaceteño Martínez estuvo tan serio como poco comunicativo con un primer novillo flojo y otro corto que acabó por desarrollar complicaciones. Al segundo intentó torearlo templado y con el montado y más complejo sobrero que hizo quinto no volvió la cara en ningún momento.
Montoya, de aire agitanado, se preocupó más de componer que de llevar y torear a sus dos novillos. Ambos fueron astados posibles y en los dos le faltó mayor compromiso, sobre todo en el cuarto que, pese a su flojedad, tuvo mayor movilidad