El toro que abrió plaza manseó ya en el primer puyazo, doliéndose, para ratificar su condición en el segundo encuentro con el peto. Abanto de salida, con él Pauloba no pudo estirarse a la verónica. La faena de muleta estuvo presidida por un fuerte viento que no dejó al sevillano acoplarse con el de Carmen Segovia, que había llegado al último tercio sin ninguna fijeza, muy a la defensiva, tardo y sin humillar, al que había que provocar mucho para conseguir su embestida. Pauloba lo intentó, pero ante tal cúmulo de complicaciones no pudo hacer nada.
El cuarto salió suelto de los capotes. Tuvo el animal genio y malas intenciones y con él Pauloba anduvo firme, tragando mucho, consiguiendo algún muletazo suelto de uno en uno, a base de citarlo muy en corto. Cuando se echó la muleta a la izquierda, el toro se fue rajando y a partir de ahí, cualquier intento fue en vano.
El segundo toro fue el que presentó mayor calidad, pero un trasero y fuerte puyazo dejó al animal muy justo de fuerzas. Con este ejemplar, El Renco consiguió algunos muletazos buenos intercalados en series, aunque también hubo enganchones, en las que el animal no dejó de protestar. Con decisión salió el alicantino en el quinto, al que recibió con una larga cambiada de rodillas en el tercio. Desarrolló el animal genio en la muleta y El Renco, tras iniciar la faena doblándose e intentar hacer el toreo erguido, en vistas de la imposibilidad de lucimiento, macheteó y mató al toro. Estuvo firme y dispuesto ante este animal, que evidenció peligro.
Metió bien la cara el tercero de salida, pero estuvo El Cid muy molestado por el viento, impidiéndole estirarse a la verónica. Protestó el animal mucho en la muleta, estando siempre a la defensiva. Manuel Jesús tuvo que citarlo muy en corto y fue así cuando consiguió algún muletazo a base de porfiar. No tuvo mala condición de salida el que cerró plaza, un remiendo de Los Eulogios que humilló. Así debió verlo el torero, que brindó su faena al público. Tuvo sin embargo una embestida áspera en la muleta y el sevillano planteó una faena deslavazada a la que faltó quietud. Con la espada, salvo El Cid en el último, la terna anduvo desacertada.