La cogida de Antonio Barrera marcó el desarrollo de la corrida. Hubo de estoquear tres toros Ortega Cano, y quedó patente que está bajo mínimos para ponerse delante de ciertos toros en ciertas plazas. Probablemente pueda ponerse guapo en plazas de pueblo. Pero en Barcelona y ante toda España (la corrida fue televisada por Canal Plus), este torero debería respetar su propia historia y respetar, de paso, al público que paga, y mucho, para ver torear. No para ver correr. A eso se va al estadio de Montjuic, y es bastante más barato. A Ortega le tocaron los tres avisos en su segundo toro tras una patética exhibición de miedo. Cierto es que el toro tenía problemas. Pero es que un toro no es un peluche a pilas. Resulta que los toros sacan, a veces, complicaciones que debe intentar resolver quien se viste de torero. Ortega, perdido en aspavientos y malas caras de un cursi subido, no pudo más que correr, huir de su sombra y de la del toro. Un muy complicado y violento toro.
Finito de Córdoba tampoco fue un dechado de facultades. No resolvió nunca. Su lote presentó también complicaciones derivadas de la falta de casta, pero Finito tiró por la calle de en medio sin contemplaciones. Y matando anduvo mal, muy mal, casi tanto como con el descabello, al borde del récord de la Monumental.
Una tarde con toros y toreros descastados en el ruedo. Al único con casta hubieron de evacuarlo en ambulancia con el muslo rajado.