Tranquilidad y buenos alimentos: todo en orden. Las Ventas recobró su cara más áspera, su orden consuetudinario. Las huestes recobraron su voz y su mando en plaza, con más protagonismo que los de Operación Triunfo. Se manejaron a sus anchas, medio sentados o de pie, en un medio ambiente en el que se crecen, en su hábitat natural: corrida televisada en abierto (quieren hacerse notar más), toros desiguales en presencia e igualados en falta de fuerza, un sobrero, un toro con seis años, viento en popa a toda vela, un torero odiado : Finito de Córdoba, uno al que apenas aceptan: Morante de la Puebla y otro en el que no creen: Alfonso Romero. Y el de la ‘pajarita’ en el palco.
Los del puerto no salvaron la riada ni las aguas turbias de una tarde protestada y a contra pelo. De salida, uno de poca canal (recordamos que el encaste Atanasio se remata poco de morrillo y culata) y serios argumentos en la cara, sin fuerza para moverse. Protestado el toro, abrevió Finito, ceñudo toda la tarde y desconfiado con la espada. Paró Juan Serrano al cuarto, un toro devuelto por endeble de remos y salió un sobrero astifino y de mirada seria de El Toril, que cumplió en el peto. Toro de embestida en distancia corta y fuerte y breve tranco, para hacer el esfuerzo en tardes más favorables, debió pensar el torero, que quiso a veces con la derecha y apenas puso en alguna ocasión, manifestándose indeciso y sin arriesgar con la espada de forma evidente. No le quieren y el no quiere dejar que le quieran.
El segundo apretó en el primer puyazo, toro más enrazado, pero de embestida algo descompuesta por rebrincada, movilidad para someter y que pesaba mucho en los adentros. Lo abrió Morante a los medios, pero el viento le hizo desistir para, más cerrado, realizar una faena de mal encarada, tropezada y deslucida, con el toro en reiterada, pero obedeciendo a los cites. Morante toreaba por un palo y el toro se movía por otro. Lo mató tarde y mal el torero. No hubo posibilidad para rectificar en el quinto, ejemplar agalgado, uno de esos toros del encaste Atanasio que no se rematan, vareado, de lomo recto y muy serio de cara. Muy protestado el toro, embistió sin clase pero con nobleza y a menos. Toro de pocos pases y faena sin acople, desnaturalizada por el viento, las protestas y el ánimo del torero, que volvió a marrar con la espada y el descabello.
La esperanza de Alfonso Romero se diluyó porque la tarde tenía el cerrojo echado desde el inicio y porque un toro de seis años, con tercio delantero muy desarrollado, papada de bisonte y parado tras un puyazo, no le dejó dar dos pases. Pero el sexto tuvo algunos, no muchos. El toro mejor construido y el más claro, sin tirar cohetes y pases aislados de buen corte. Tampoco acertó con espada y descabello… Desde Las Ventas: todo en orden.