Cuando el quinto toro se echó apenas recibidos unos muletazos de Barrera, quedó confirmada la teoría que veníamos construyendo durante toda la tarde: la corrida de Osborne estaba cogida con alfileres. Quiere esto decir que tuvo poca -poquísima- fuerza y poca -poquísima- raza, y que apenas tuvo vida para estar en pie. Y así es muy difícil que surja el triunfo.
Los que más cerca estuvieron de él fueron Vicente Barrera y El Cordobés, pero no piensen en nada excepcional ni en uno ni en otro caso. Barrera, por ejemplo, casi le corta una oreja al segundo toro por una faena casi inexistente -el toro se apagó enseguida- y una estocada efectiva. Demasiado poco para tanta petición y pocos pañuelos para una oreja.
La hubiera cortado El Cordobés en el cuarto por su mejor disposición y la traca final de alardes al más puro estilo cordobesista. Pero pinchó como toda la tarde y se quedó sin premio en el toro con más calidad y nobleza -el mejor- de la baja corrida de Osborne. Un toro, dicho sea de paso, con el que no siempre se acopló.
Y a parte de esto, poco más. Ni El Cordobés, ni Barrera brillaron en los otros toros de sus lotes, animales sin entrega, ni El Califa en ninguno de los suyos. En su primero estuvo como inapetente, sin dar importancia al enemigo, y en el sexto lo intentó más y estuvo más dispuesto, chocando siempre contra la sosería del descastado toro de Osborne.