En el cierre de la temporada de El Puerto se lidiaron tres toros (de Torrestrella) y tres mulos (de Alcurrucén). Para el sexto mulo de Alcurrucén se pidió la devolución incluso antes de que saliera al ruedo viendo el público los precedentes. Y cuando salió el mulo y se lió a correr por la plaza, el presidente sacó el pañuelo verde como deferencia a los aficionados que llenaban el coso.
Si no llega a ser por don Álvaro Domecq en El Puerto se arma la mundial. César Jiménez, creo que en representación de todos, le brindó el sobrero sexto, un toro que humilló en la muleta y que fue a mejor porque el de Fuenlabrada le tapó la cara y lo llevó largo y cosido en el engaño. Cuajó varias series de buen trazo, con temple y asentamiento, pero no tuvo sentido de la medida y alargó tanto su faena que acabó estropeándola. Perdió por ello la oreja que sí le cortó al encastado tercero, al que toreó ligado, emocionante de rodillas, demasiado rápido en pie, pero siempre con muchas ganas y conectando con un público que le aplaudió todo.
Manuel Caballero se llevó el otro toro de la tarde, que fue noble y bueno por ambos pitones. El de Albacete no acabó de entenderlo, de cogerle el ritmo, ni de acoplarse. En medio de una labor discreta desgranó varios naturales de gran temple, un cambio de mano a ralentí y una tanda diestra sin enganchones y de buen trazo. Tras una magnífica estocada cortó la otra oreja de la tarde. Además del toro le tocó uno de los tres mulos. Y lo mató.
Los otros dos los mató Ponce, y algunos borricos encima de todo le pitaron.