Sergio Serrano, triunfador con dos orejas
Pérez Mota, herido como Paulita, firmó lo más destacable
Corrida de muchas emociones, buenas y malas
VÍDEO resumen del festejo I EL CALLEJÓN
JOSÉ MIGUEL ARRUEGO > Azpeitia
No hubo tiempo para pestañear. Fue la corrida un cúmulo de emociones, de sensaciones buenas y malas, todas envueltas bajo una atmósfera de autenticidad que dio sentido y fundamento a la corrida que abrió la Feria de San Ignacio de Azpeitia. Dos matadores se fueron al hule mientras uno abandonaba La Bombonera en volandas. Y nada fue de mentira porque a ambos extremos dio sentido una corrida de Cuadri muy en el tipo de su encaste, honda y cuajada, con romana y trapío, que, con infinidad de matices en su comportamiento, dio importancia y credibilidad a cuanto se le realizó.
El segundo fue el más completo aunque salvo el tercero, que embistió sin ritmo y con desgana y el quinto, que nunca humilló ni se empleó, el resto, aún sin resultar fáciles, tuvieron ciertas opciones. Resultó manejable el que hirió a Paulita, al que faltó fuerza y empuje, mientras que el cuarto, que cogió a Pérez Mota tuvo emoción en sus cortos viajes. El que cerró plaza, de fría salida, se fue calentando durante la lidia y permitió el éxito de Sergio Serrano. Un triunfo que cerró un festejo que se vivió con el ánimo encogido y el corazón en un puño.
La faena más seria, la de más consistencia y fundamento la firmó Pérez Mota en el segundo. Una actuación muy convincente frente a un toro noble y voluminoso al que entendió muy bien el gaditano, que le dejó el trapo en la cara y tiró del Cuadri con pulso y limpieza. Resultaron especialmente conseguidas las series con la zurda, por donde el animal tuvo un viaje más largo. Cortó una oreja muy merecida después de una estocada contundente, cobrada en corto y atacando en rectitud.
Menos lleno y más suelto de carnes, el cuarto fue, de tipología, el menos Cuadri. Le faltó recorrido al ejemplar de la vacada onubense pero Pérez Mota lo entendió a la perfección porque le perdió un paso en cada muletazo y lo llevó muy tapado, sobre todo por el lado derecho, por donde la faena adquirió más consistencia. Volvió a atacar con mucha verdad con el acero y el animal lo cogió de lleno en el momento del embroque. La voltereta fue espeluznante y el impacto con el suelo muy violento. Una pena que el toro tardara en doblar porque el público se olvidó de pedir la oreja que la faena merecía. La cuadrilla recogió la ovación desde el tercio.
Antes había ingresado en la enfermería Luis Antonio Gaspar Paulita, herido en el cuello al entrar a matar al primero de la tarde. El torero aragonés, que realizaba la suerte por segunda vez tras haber pinchazo en el primer encuentro, sufrió un derrote en la cara en el momento del embroque y se llevó la mano cuello cuando por su propio pie se introducía en el callejón para dirigirse a la enfermería. Había sido el primer toro de la feria un animal grande y noble, con poca fuerza, lo que restó continuidad a la faena de Paulita, que consiguió algunos muletazos de buen porte pero sin ligazón. La cuadrilla recogió una ovación desde el tercio cuando fue arrastrado el animal.
Por esta razón tuvo Sergio Serrano que matar tres toros. El tercero tuvo caja y cuello pero su embestida resultó desacompasada. Hizo un esfuerzo el manchego, consiguió algún momento reseñable por el pitón derecho cuando el animal respondió a la provocación del albaceteño, pero cuando pareció que el trasteo podía despegar el toro se afligió y echó la persiana. Tampoco le ayudó el quinto, que no acabó de humillar ni de emplearse en las telas. Por el pitón derecho armó Sergio Serrano una faena valerosa pero discontinua por la tendencia del animal a desentenderse del engaño en cada muletazo.
Cerró plaza el inicialmente reseñado de cuarto, una mole de 675 kilos que salió dormido y se repuchó en el caballo. En la muleta sin embargo, aunque no le sobró recorrido, tuvo ciertas opciones. Aprovechó Sergio Serrano la inercia del animal dándole sitio tras doblarse con él, y luego lo trasteó con habilidad y recursos en una labor inteligente que cerró por manoletinas y un espadazo de rápido efecto. Hubo cierta confusión al demandar el premio final, porque los hubo que pidieron la vuelta al toro en el arrastre y el presidente optó por otorgar las dos orejas al torero, una recompensa que, sin quitar méritos al manchego, se antojó excesiva, aunque sirviera para poner el broche que merecía una tarde que por encima de otras valoraciones reflejó en toda su desnudez la grandeza de este espectáculo.
|