El sorteo del octavo festejo de abono de la feria vallisoletana tuvo una expectación inusitada. A las 12:00 horas decenas de aficionados y curiosos llenaban los corrales de la Plaza de Toros de Zorrilla. Un murmullo y algunas caras de admiración denotaban que por la tarde algo extraordinario iba pasar. Y es que en efecto se estaba enchiquerando la corrida del legendario hierro de Victorino Martín, ausente en el coso pucelano desde hace 15 años.
Y a pesar de que este hecho histórico, el regreso de los «victorinos» a Valladolid, luego en el ruedo no se transformó en un triunfo sonado, de esos de Puerta Grande, con mayoral incluidos, los aficionados, que cubrieron en más de tres cuartos el aforo del coso centenario de Zorrilla, pudieron ver una interesante corrida, que por su puesto gustó más a los buenos aficionados que al público en general que disfruta viendo pasear orejas.
El ganadero de Galapagar, que ha presenciado gran parte de la feria de Valladolid, trajo hasta la capital del Pisuerga seis ejemplares serios y muy bien presentados, que gustaron al público. Sobresalían dos toros cárdenos, sobre todo el lidiado en último lugar bautizado como Hermoso -su nombre resumía perfectamente su estampa- en los que aficionados, cuadrillas y empresa tenían depositados muchas esperanzas.
Es cierto que tuvieron un juego desigual y que no rompieron del todo a embestir, pero la mayoría de los astados se dejaron, no sin mostrar ciertas dificultades a los coletudos. Tuvieron una embestida pronta, aunque algo difícil ya que se revolvían en el muletazo y les faltó algo más de chispa. Prácticamente todos empujaron en varas, con el sobresaliente «victoriono», lidiado en cuarto lugar (segundo de Padilla) que acudió en tres ocasiones al piquero, con tranco y fijeza, y a excepción del tercero fueron aplaudidos en el arrastre.
Los diestros que se las veían con estos animales estuvieron -como dicen los taurófilos- aseados, en los que destacó la elegancia, la clase y el temple de Uceda Leal. El madrileño cortó una oreja de ley ante el quinto con una faena, que a base de colocación, entrega y fajarse con el toro, consiguió embeber al astado en la franela trazando muletazos templados, largos y mandones especialmente por la mano izquierda, que remató con una buena estocada, una pizca desprendida.
Uceda Leal, ya presentó sus credenciales de torero clásico y poderoso ante el precioso cárdeno lidiado en segundo lugar, que toreó muy bien con el percal. Una faena menos completa y menos ligada, aunque con algunas pinceladas artísticas, permitió al madrileño dar una vuelta al ruedo.
A pesar de que Juan José Padilla, al que algunos ya han bautizado como el ciclón de Jerez,cortó una apéndice a su segundo, realmente el mejor toreo lo imprimió al que abría plaza. Fueron tres series, dos por la mano izquierda y una sobre la mano diestra, de gran calidad, de muletazos larguísimos y poderosos ante un enemigo que metió la cabeza aunque se revolvía al final del muletazo. Fallo a espadas y todo quedó ahí.
En su segundo, tras un buen tercio de banderillas el jerezano realizó una faena que fue a más y en la que en algunos momentos se vio obligado a tragar toro, en la mayoría de los casos por no cruzarse ante el astado. A pesar de algunos enganchones y de que pinchase el público vallisoletano le premió con un trofeo.
Hacía su presentación en el coso de Zorrilla Jesús Millán, triunfador en Sevilla, que se fue vacío en su comparecencia en parte por fallar con los aceros en el que cerraba plaza. En su primero, quizá el que pero juego ofreció de todo el encierro, el zaragozano, consiguió lo más granado en un par de series templadas por la mano izquierda aunque enseguida la faena se empañó porque el toro mostraba una embestida corta impidiendo el lucimiento del diestro.
Saludó bien Millán con el capote al precioso sexto, inconfundible albaserrada, y estuvo más centrado con los engaños en series en las que el diestro dejaba la muleta en la cara del animal que repetía con cierta fijeza, pero la faena bajó de intensidad y el fallo con el estoque (cuatro pinchazos y estocada) impidió que Jesús Millán tocase pelo.
No hubo triunfo sonado, ni Puerta Grande, pero el albero pucelano fue escenario de una corrida interesante y de la esperada vuelta de los «victorinos» a Valladolid. Además la elegancia de Uceda Leal y el poderío de Padilla endulzaron una tarde que no rompió.