POR C.R.V.
José María Pemán dijo que un hijo es una pregunta que le hacemos al destino. Quien es padre lo sabe. De ellos nos duelen los dolores que tienen y quizá más los que aún no tienen. Un hijo no es un ramo de rosas, dijo Federico García Lorca, a sabiendas de que existen espinas. De lo que estoy seguro, como padre, es que deseo por encima de todo que se cumpla el natural generacional: primero yo, mucho más tarde ellos. Cuando esto no sucede y la muerte se anuncia, uno debe de morir a compás del hijo, en el silencio de la pena más terrible.
De las gentes que esta profesión me ha dado la dicha (y desdicha ) de conocer, tengo consciencia de haberme relacionado con un hombre de bien de gran tamaño: Antonio Catalán. No he admirado de él su lucidez, su éxito, o su capacidad innata para descifrar las fórmulas ocultas de negocios, inversiones o gestión de cualquier tipo. Que también. Lo que más admiro en él es que tiene un consolidado estilo de padre. Tener estilo es tener la intención de serlo. Padre bueno.
En este horrible año, metidos en esta peste que es el COVID, jamás le escuché la queja del negocio a la baja. Sólo se le quebraba el alma cuando se le preguntaba por Carlos, su hijo. No hace tanto, en medio de sus consejos, de sus análisis, se le cayó al suelo una frase que tumba al mundo: estoy viendo cómo se me muere un hijo a cámara lenta. No creo que haya religión, fe, idea, éxito o lo que fuera que inventó el hombre, que pueda amortiguar un poco el dolor que se expresa en esa frase.
En estos tiempos donde se llora la muerte del hijo perro o de la hija mascota, haciendo de su desaparición natural una falsa pedanía del humanismo, en tiempos donde bien enterrar es imposible, silenciamos el mayor de los sacrificios que consiste en que el destino nos respondió de forma fatal a la pregunta que es un hijo.
Desde el minuto uno, Antonio Catalán hablaba de sus hijos con el natural orgullo de quien hace el trabajo de padre: quererlos. Y, a sabiendas de que nada sirve de consuelo y que sólo el tiempo es el que suaviza la quemazón, creo que la estructura humana de los Catalán es más sólida que sus éxitos. Conozco a Toñete, de nombre Antonio y del mismo apellido. Es un buen ser humano. Más allá de torero, de joven, de lo que sea que fuere, es un buen ser humano. Tirará del carro de la vida. Que es larga. O eso dicen. O eso queremos que sea. O puede que sea cierto que el hombre es un muerto que anda de vacaciones. Y que éstas se acaban.
Que se acaben muy tarde para vosotros. Antonio, Toñete y familia.