Un toro bueno, el quinto, dentro de una corrida en la que, incluso buscando matices sobre buenas condiciones, tiene un saldo con déficit. Era de Victorino pero cuatro toros mansearon en distinto grado, alguno de ellos en forma evidente. La profesionalidad de un torero maduro y en buen momento, El Fundi, y sobre todo la capacidad y la forma de torear de El Cid son las notas destacadas.
Sangró mucho el primero después de un segundo puyazo muy bajo y sin duda alguna debió acusarlo durante la lidia aunque el toro, de salida, había hecho cosas de blando y de tener escaso fondo. Después de un tercio de banderillas sobrio El Fundi lo pasó con la mano derecha en tandas de muletazos suaves, sin agobiarlo pero llevándolo muy tapadito y sin un solo tirón. Bien por El Fundi que cuando se echó la muleta a la mano izquierda recibió un recado del toro y segundos después un derrote seco en la cara que lo tiró al suelo. Acortó el toro su recorrido y El Fundi respondió achicando espacio para torearlo muy cerca de los pitones. Todo muy torero excepto la estocada.
El cuarto, además de saltar al callejón, hizo cosas de su condición de manso. Alto de agujas y sin entregarse miró mucho por encima del palo de la muleta y tuvo peligro por los dos pitones. También lo tuvo el sexto, ejemplar astifino, grande y de amplia cabeza, que rehusó hasta cuatro veces el cite del picador y que llegó a la muleta entero y con la lección aprendida mientras Robleño intentaba una lidia sobre las piernas que no llegó a buen puerto. Había sido enlotado este toro con el menos ofensivo y de menos peso. Un toro que hizo cosas de manso y que llegó con breve castigo, muy entero y enrazado a la muleta. La faena fue un toma y daca, haciendo el torero un gran esfuerzo pero dio la impresión de que su sinceridad carecía de mejores resortes técnicos como adelantar la muleta, o cruzarse en el primer muletazo e intentar que rompiera siempre hacia delante.
Lo mejor de la tarde en las manos y en las muñecas de El Cid que se está consolidando como uno de los mejores toreros que hayan lidiado a estos toros. Quiso reponer el segundo toro en la muleta y El Cid siempre lo enganchó, se la dejó puesta en la cara y le llevó largo y por abajo. Llegó hasta a robarle pases por el pitón izquierdo, por donde el toro había evidenciado no querer seguir la muleta más allá de los lazos de las zapatillas, pero lo mató de un bajonazo. El quinto, toro amplio y grande pero bien hecho, no le admitió un primer cite por la derecha, cambió el torero de mano y surgieron tres tandas marca de la casa en las que el toro tendía a quedarse más corto en los últimos pases. Y antes de terminar la faena lo volvió a intentar por el pitón derecho robándole al toro una tanda de mucho mérito para rematarlo de una buena estocada cortando una oreja de ley.