Hace mucho tiempo que no visitaba esta ciudad castellana y, realmente, los tiempos cambian que es una barbaridad. Durante un paseo de recreo he comprobado que Valladolid es una ciudad moderna, a pesar de su edad, ya que las orillas del Pisuerga, cual playa, acogían a un buen número de bañistas que, como si estuvieran en Torrevieja, se atrevían incluso a tomar el sol en topless. Pero está claro que, toda evolución es lenta y todos los sectores no se desarrollan a la misma velocidad. Estoy hablando de los transportes, porque no vean ustedes lo difícil que es encontrar un taxi en Valladolid. Pero si eso es complicado, no menos trabajoso resulta encontrar tu localidad en el coso. Antes de comenzar el festejo ya había un claro triunfador, servidora, que dio tres vueltas al ruedo, con las prisas correspondientes antes de lograr sentarse.
La verdad es que, a toro pasado tampoco hubiese hecho falta llegar antes de la lidia del tercero, pero claro, en ese caso no podría contarles a ustedes lo que habría sucedido.
De primero, un toro que prometía espectáculo pero que se vino abajo después del tercio de varas. De segundo plato, un ejemplar incierto que puso en apuros en más de una ocasión a Manolo Sánchez. Y entonces llegó el postre, que como debe ser, era dulce. José Tomás lanceó suavemente a la verónica a un toro que manseó y acusó falta de fuerza como el resto, para después ejecutar un quite monumental por chicuelinas. Ya con la franela seis estatuarios sin enmendarse pusieron la plaza en pie. Después vino un auténtico recital de toreo al natural con el broche de unas manoletinas sobrecogedoras. La guinda del pastel fue una fenomenal estocada.
‘Esto va para arriba’, pensaba yo, pero Eolo, que estuvo haciendo de las suyas toda la tarde, consiguió desesperar a Joselito durante toda la faena de muleta. Antes, un excepcional quite por chicuelinas y dos tandas relajadas y templadas con la mano derecha.
Llegaba el quinto ‘y no hay quinto malo’, decía yo, ignorante de mí. Una espectacular voltereta dejó al astado inútil para la lidia, salió el sobrero, que tampoco era Hércules, pero Sánchez se acopló con él al final del trasteo y sumamos otro apéndice a la estadística del festejo. Por cierto, había brindado a la Infanta doña Elena, ilustre espectadora hoy en Valladolid.
Durante la lidia del sexto el ambiente olía a puerta grande cuando el de Galapagar se echó el capote a la espalda, un silencio sepulcral sepultó toda la plaza… ¡hasta se calló el tal Ángel, que había hecho caso omiso a las amenazas provenientes de distintos puntos del tendido con anterioridad! Quite por gaoneras marca de la casa. Nadie daba un duro por el toro pero, por alguna razón inexplicable, surgieron cuatro tandas de mando y mano baja de las que hacen afición. Lástima que pinchase en tres ocasiones antes de lograr la estocada. Ahí se cerró la puerta.
Habrá que esperar a mañana que también anuncia un menú muy apetecible.
FOTOGRAFÍA: LUIS LAFORGA.