La primera oreja de la Feria de Sevilla 2015 fue para uno que venía del otro lado del charco para reivindicarse en un cartel escoltado por sevillanos. Joselito Adame marcó una diferencia clara que fue el temple. Desde ese primer toro, con la lluvia aún dejándose ver y sonar -cómo se escucha llover en La Maestranza-, el mexicano impuso el orden, la quietud, el hacer las cosas bien, despacio. En el cuarto de la tarde fue cuando recogió los frutos de esa manera de estar y pisar el ruedo. Con la izquierda atemperó la embestida de un toro rebrincado, y cuando ya había arrancado suficientes olés y la música, volvió a coger la derecha para redondear la faena. Suya fue la tarde que se hizo fría frente a toros más bien ásperos. Oliva Soto tuvo momentos relevantes con el capote y Esaú Fernández, fiel a sí mismo, hizo prevalecer su torería chulesca.
Comenzaba la corrida a su hora pero bajo un manto de agua, con la gente saliendo de sus guaridas para sentarse en un tendido mojado, escondidos bajo los paraguas y haciendo alarde de afición. La lluvia siempre da esa sensación de prisas y bulla pero Joselito Adamelas eliminó. Anduvo despacio y toreó con gusto al primero, alto, burraco. Lo paró con suavidad y tiento y en tío, hombre y caballero, no tiene por qué ser en ese orden, respondió por gaoneras a un quite de Oliva Soto que tuvo mucho eco en los tendidos. Tras el brindis al púbico, hubo un inicio de muleta genuflexo. Con mucho gusto y compás. El toro, aunque tuvo humillación en el embroque, salió de los muletazos con la cara alta y distraído. Ésa fue la tónica general de la corrida de Cayetano Muñoz, cuyos principios de embestida no fueron iguales que los finales. Los toros fueron desarrollando sentido a medida que avanzaban las faenas, e incluso con algún toro peligroso, no resultó fácil estar delante de ellos y ligar series.
No es que el cuarto, jabonero, cornicorto, fuera una exquisitez, sino que Adame se impuso a los defectos porque el toro por arriba se volvía loco ,pero tomó ventaja de esa movilidad y transmisión para señalar su proeza. Se situó en los medios y le plantó cara y muleta con la mano derecha, a una distancia media. Con la izquierda, en la primera serie aguantó mucho y a la segunda serie ya consiguió templar la embestida y hacer sonar la música. Muy torero, de principio a fin. Una vez conquistado ese pitón, volvió por el derecho para ligar una serie a cuerpo relajado y se fue a por la espada en ese momento que fue el preciso. A pies juntos dibujó una última serie al natural. La faena estaba hecha, con inteligencia, belleza y armonía. El estoconazo y la oreja fue el mejor final.
Oliva Sotosalió a por todas en el segundo de la tarde. Le bastó dos lances para saber que con el capote se podía lucir y entonces, desplegó un abanico de verónicas que despertaron los primeros olés de la tarde. El mérito de Oliva fue estar tan solo un día después del fallecimiento de su abuelo, al que le brindó su primer toro. Más suelto de carnes, fue aprendiendo conforme avanzaba la lidia y los tercios, algo que mostró en el quite que le hizo Esaú, por chicuelinas muy ajustadas. Llegó a la muleta sabiendo latín y Oliva no pudo mantenerse en el sitio. No fue su tarde con la espada. Al quinto, negro mulato, enmorrillado, lo recibió con mucho desorden. Empujó en varas, como casi todos sus hermanos que sí se dejaron en el caballo. Alcalareño protagonizó un estupendo tercio de banderillas, con mucho mérito el segundo par porque el toro le echó la cara arriba. Oliva, de nuevo, queriendo con más arrebato que sosiego, citó en largo, más allá de la raya. Se confió y la velocidad en la serie dejó algún hueco sin tapar por lo que el toro lo empitonó. No fue la única vez ya que, una vez aprendido el truco, el toro lo volvió a coger, zarandeándolo y dejándolo apisonado contra el suelo. La muleta quedó hecha trizas, colgada de un pitón. Oliva se recuperó de la voltereta pero no logró imponerse. La ovación al toro en el arrastre está fuera de lugar cuando hay un torero magullado.
Esaú Fernándezfue la cara opuesta y su determinación y chulería hizo que se le viera por momentos impaciente. El tercero, un jabonero sucio, salió bordeando las tablas e ignorando al torero que tenia de rodillas enfrente, a porta gayola. Esaú se levantó para volver a arrodillarse y ejecutar un farol limpio. No dejó que lo picaran ni quiso que le dieran capotazos. Pronto y en la mano, en los medios, se dispuso a iniciar su labor, dando tres pasos para atrás para ligar la serie. Tuvo que tirar mucho del toro, en una faena esforzada que finalizó con un bajonazo y que fue ovacionada. Con ese andar chulesco se fue de nuevo a porta gayola a recibir al último. Tras la larga cambiada se amontonó y permaneció fiel a sí mismo en una faena prácticamente igual a la anterior, salvo por algún natural suelto, de trazo largo.
Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Primera de la Feria de Abril. Tarde lluviosa. Un tercio de plaza. Toros de Cayetano Muñoz, aplaudido el cuarto y quinto, ásperos en conjunto. Joselito Adame, silencio y oreja; Oliva Soto, silencio y silencio y Esaú Fernández, ovación y silencio. Se guardó un minuto de silencio en memoria de ‘Alfonsillo de Camas’, abuelo de Oliva Soto. Saludaron en banderillas del quinto Alcalareño y del sexto Curro Robles.