Y no crean que fue un camino de rosas. El primero de su lote, el toro más apetecido y bonito de la corrida, resultó tener aviesas intenciones que ya puso de manifiesto con el capote. Semblante serio de Víctor Puerto por la dificultades del toro en el primer tercio y serio también en la faena, donde tragó lo suyo para meter al despierto toro de Gavira en la muleta. Comenzó con apretados y vibrantes estatuarios y luego mandó mucho con la diestra, sometiendo abajo al toro, la única forma de poderle y construir una embestida y, a su vez, una faena. Víctor, quieto, asentado, seguro y sobrado, hizo al toro y terminó imponiendo su ley. Faena importante, con más fondo que forma, aunque también hubo de esto último, de las que Sevilla sabe ver y valorar: por eso se premió con dos orejas. El premio fue la liberación de la angustia soportada durante todo el tras
eo por el torero y por lo que le vieron desde el tendido.
Esta obra de peso merecía tener continuidad y todos aguardamos la llegada del quinto de la tarde para que el triunfo de Puerto se redondeara. Visto lo visto, estaba cantado que a poco que embistiera el de Gavira se abriría la Puerta del Príncipe. Pero tan poco embistió el toro Elegante, tanto se aferró al albero en su deseo de estar parado y no en movimiento, que ni siquiera un torero en estado de gracia como Víctor pudo sacarle partido. Hubo un serio arrimón, eso sí, pero poco toreo porque el toro o bien no andaba, o bien topaba más que embestía cuando se decidía a hacerlo. La desilusión del triunfo incompleto fue paliada por la magnífica impresión de torero maduro y hecho que dejó este diestro afincado en San José de la Rinconada, que además de dos faenas con fondo supo hacer cosas tan bonitas como ese quite a la ver&oac
te;nica rematado con una larga que le hizo al segundo toro de Juan Mora. Gran tarde del torero, insisto.
Menos intensas resultaron las actuaciones de Juan Mora y Dávila Miura, marcadas fundamentalmente por el limitado juego de la corrida de Gavira. Con todo, a Juan Mora se le aplaudió menos que a su primero en el arrastre, quizás porque el torero no supo someter al toro por abajo todo lo que debía. En el otro creció la esperanza porque el toro hizo cosas muy buenas en los primeros tercios. Mora lo brindó y el toro duró apenas tres series. Se apagó.
Dávila estuvo correcto en su primero, un toro sin fuerza al que tuvo que pulsear para aguantarlo sin que la faena tuviera emoción por carecer de ella el toro. En el sexto sufrió serios acosones del toro por el lado derecho, por donde cazaba moscas el de Gavira, teniendo que basar todo el trasteo en la zurda. Un toro mentiroso que acabó rajado dejó en agua de borrajas el empeño de Dávila.